Sigo esperando.

Desde entonces todo ha sido muy distinto,
yo me dí cuenta, y tú...
bueno,
a ti siempre te ha pillado todo por sorpresa.

Te paseabas por mi cabeza más de lo que lo solías hacer,
y el eco de tu voz se convirtió en ese típico pitido molesto que no puedes dejar de escuchar.

Mi cama empezaba a ser demasiado grande,
o yo demasiado pequeño,
el caso es que el lado izquierdo,
tu lado izquierdo,
siempre estaba libre por si empezabas a pasearte también por mi cuarto
y querías quedarte a dormir.

Y Sigo esperando.

Sigo esperando a cruzarme contigo, a la vez le temo porque no sabría ni cómo saludarte,
hemos compartido tanto y nos conocemos tan poco...
Quiero saber cuál es tu color favorito,
o cuál es esa canción que te pone el vello de punta.

 Y Sigo esperando.

Sigo esperando a saber el por qué de ese tatuaje en la espalda,
y  la razón de todas tus cicatrices.
Incluso podría ser la cura.


Quiero conocerte sin sábanas de por medio,
y con la ropa puesta.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Qué me vas a contar tú a mi de los trileros

La cabeza bien alta, gilipollas

Soberbia