Luces de neón


Recibo balas mientras a los demás les regalan flores.

Estoy destinado al segundo plato de un restaurante de carretera
cegado por luces de neón.
Encerrado en una habitación con vistas al hormigón
lo único que puedo hacer es esperar a que alguien llame.

Intento salir y el cerrojo está echado,
de vez en cuando entra alguien
y por un momento me siento bien,
pero dura poco y vuelve la miseria.

Vuelvo a la desesperación de un sentimiento claustrofóbico
 de estar encerrado conmigo mismo pateándome el pecho
y ahí siguen las luces de neón, aunque no las vea.

Me pisan las manos, me asfixian y me amordazan.
Me arrancan todo lo que tengo y me siento vacío.
Y ahí sigo.

Sigo para ellos, 
para cuando quieran volver.

Tras la humillación y las rodillas en carne viva,
conservo esa ilusión cuando alguien vuelve a llamar
y al abrirse la puerta se deja ver el resplandor y pienso:

''Ahí están las luces de neón, 
iluminando llaman la atención de los viajeros
para que con suerte, cuando alguien entre,
se deje la puerta entreabierta y de un paso en falso 
consiga salir''


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