Ansiedad

Aún hay situaciones que me superan.

Yo, que creía tenerlo todo bajo control
pero la presión siempre vuelve.

Empuja desde la boca del estómago hasta hacerme vomitar las vísceras
de lo que ya pasó por mis ojos.

Yo, que dije que la ayuda de los demás estaba sobrevalorada
y ahora, en la soledad, solo necesito a alguien que me escuche.

O escuchar a alguien.

Alguien que me haga olvidar y fingir carcajadas.
Alguien que llegue a creer que ''de verdad, que estoy bien''
y no me juzgue.
Alguien que aún estando roto no se moleste en arreglarme 
y se limite a jugar con las piezas.

No necesito que me reconstruyan.

Lo siento, por aquellos que lo intentaron.
Lo siento, por aquellos que un día llegaron a decir que su felicidad era la mía.
Y lo siento, por ser, más que persona, benzodiacepinas.

La armadura que visto está oxidada y se cae a pedazos,
huele a cobre, sabe a sangre.
Y solo yo sé lo que pasa cuando sabe a sangre.

Empiezo a dar puñetazos desde el interior del pecho,
me aferro al brazo izquierdo como si no hubiese un mañana
y me dejo las uñas marcadas dentro de la piel.

La falsa tranquilidad de los hipnóticos entrecierran mis ojos
mientras repaso la lista de cosas que quiero hacer antes de morir.

Y todo pasa.

Tras los sudores y la soga.
Tras el dolor y la presión.
Tras los temblores y la sangre.

Todo pasa
para volver a empezar.

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