Talía
Nunca te llegas a
cuestionar nada
hasta que una noche a
la hora de las brujas
ellas mismas
aparecen,
sin recogidos de
sombrero
sin mascarillas de
piel verde
y sin escobas.
Es entonces cuando
las llamamos musas.
Con su pelo áureo,
su perfección de porcelana
que desnudas
que desnudas
nos gritan su rabia
mientras nosotros las
reducimos a susurros.
Es entonces cuando
obedecemos
pensando que ellas
son las frágiles
y no nuestro orgullo.
Las mal llamamos
inspiración
mientras les robamos
la voz
porque les tenemos
miedo.
Las amordazamos
sumiéndolas en un
abrazo
opresivo
Forzándolas a que nos
hablen al oído,
y mandándolas callar si alzan
demasiado la voz.
Las reducimos a hijas
de,
a la otra,
y las encarcelamos en una celda
de papel.
Talía,
Libérate de los
abrazos,
grítanos en el oído
hasta dejarnos sordos
y haznos ver de una
puta vez
lo que quieres ser.
No eres musa,
ni eres inspiración,
eres una de esas
brujas que escriben
con su
propia voz.
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