Vientre
No se vuelve vientre quien quiere parir.
Una piel nacida de lo inexistente
No puede si no desvanecerse
Ante el frío de útero que nunca fue hogar.
Sometido bajo el yugo de una soga umbilical
Me escucho junto a una voz desconocida
Anhelando el tacto de unas manos que jamás me levantaron.
Hiciste de tu amargura un niño herido,
De su existencia el cauce de tu ira
Y del vínculo una búsqueda eterna.
Meciste en un vaivén irregular tu indiferencia,
Mientras cantabas desaprobaciones de cuna
Y ahora, lo único que haces
Es descoyuntar infancias en el cerco de un vaso.
Alimentaste tu propia ausencia
Mientras nosotros moríamos de hambre.
Reclamamos ahogados en llantos
Llenar un vacío tan profundo
Que lo hicimos trinchera
Y aún ahora,
Nuestras manos siguen siendo tan pequeñas
Que no alcanzamos ni a asomar la cabeza.
Las pusimos en el fuego por ti.
Acabamos reduciéndolas a cenizas
deshaciéndolas con cada intento
De tocar la extensión de una sombra
Que ni siquiera reconocemos.
Cuando me duelas, no te huiré.
Haré matriz de los brazos que me protegen,
Me crearé a mi propia imagen y semejanza,
Encenderé hogares en cada atisbo de imposibilidad.
Sanaremos.
Incendiaremos todas las creencias que tragamos a la fuerza,
Le haremos un torniquete a tu existencia
Y nos reconoceremos al mirarnos
Solo en los ojos de quien nos conoce.
Nos arrastraremos a través de tus entrañas.
Destriparemos el mundo,
Deshabitaremos lo que nos dios vida,
Habitaremos el vivir.
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