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Ingratos

 No es si no la otredad lo que nos diferencia. Buscamos espejos en reflejos  de retrovisores de coches  reflejados en ventanas de escaparates que deforman la imagen hasta encontrar la semejanza. Vemos pares de ojos  y bocas con dos pares de narices andar de la mano mientras la soga  de un vínculo nos rodea del cuello. Corremos hacia lados opuestos obligados a girarnos de vez en cuando sólo para asegurarnos de que sigue ahí de lo que huíamos. Nos parecemos. Como una impresión repentina  causada por el miedo nos eriza la piel al darnos cuenta que le tememos a una refracción que nos devuelve los gestos. Y le sumamos, a parte,  la pesadumbre de cargar con un amor que sentimos ajeno. Somos ingratos de nacimiento. No pertenecemos. No nos pertenece.

Vientre

No se vuelve vientre quien quiere parir. Una piel nacida de lo inexistente No puede si no desvanecerse Ante el frío de útero que nunca fue hogar. Sometido bajo el yugo de una soga umbilical Me escucho junto a una voz desconocida Anhelando el tacto de unas manos que jamás me levantaron. Hiciste de tu amargura un niño herido, De su existencia el cauce de tu ira Y del vínculo una búsqueda eterna. Meciste en un vaivén irregular tu indiferencia, Mientras cantabas desaprobaciones de cuna Y ahora, lo único que haces Es descoyuntar infancias en el cerco de un vaso. Alimentaste tu propia ausencia Mientras nosotros moríamos de hambre. Reclamamos ahogados en llantos  Llenar un vacío tan profundo Que lo hicimos trinchera Y aún ahora, Nuestras manos siguen siendo tan pequeñas Que no alcanzamos ni a asomar la cabeza. Las pusimos en el fuego por ti. Acabamos reduciéndolas a cenizas  deshaciéndolas con cada intento De tocar la extensión de una sombra Que ni siquiera reconocemos. Cuando me duelas, no t

Ingrávido

  Ha vuelto a ocurrir.   Recurro al papel para esclarecer la tinta, Busco la calma en el ojo de la tormenta Y me acurruco junto al hielo.   Todo vuelve a oler a petricor de la misma forma que ya lo hizo una vez. El ambiente se torna extraño, las luces se apagan Y el calor, Más que hogar, ahoga.   Como adelantando acontecimientos el viento no sopla. Ensordecido por el silencio miro al cielo mientras cae la primera gota.   Hago un esfuerzo vago en encontrar cobijo Pero el techado más cercano está a una eternidad Y yo ya no siento que la tenga.   Ya no corro, Veo alejarse lo que una vez perseguí y ni siquiera me importa Me rindo a la indiferencia de ahogarme en un charco que cada vez parece más profundo Y la luz más tenue.   Nada cambia, Sigo dejándome llevar, Me doy de bruces con las piedras. No duelen, No sangro.   Entumecido por la ingravidez, Cegado por la oscuridad, ensordecido por el silencio Vuelvo al mismo lugar.

Día nosecuantos

I Día nosecuantos, He decidido desempolvar la pluma y comprobar si sigo teniendo ese algo. Supongo que la mera necesidad de tener que hacerlo a las 4 de la mañana lo confirma. He dejado de lado tantas cosas tantas veces que ya ni me sorprende Y tiene que ser ahora,  encerrado entre cuatro paredes, cuando me encuentro con una libreta encima de la mesa. El glamour del escritor maldito se ha quedado a un lado  para dejar paso a la visión del desesperado. Y tiene que ser ahora,  cuando más echo de menos. Como lo hace un niño al que le quitan un caramelo que ni sabía que tenía, Como un perro que acaba de llegar a casa por voluntad propia y se asoma al balcón. Como en una almohada después de haber dormido mis ocho horas   se ha vuelto a crear en mi la huella de algo que siempre ha estado  y ya no.   Y eso que llevo sin dormir desde entonces. Me han negado el derecho de ver erizarse otra piel y me han condenado a aborrecer la mía propia.

Luces de neón

Recibo balas mientras a los demás les regalan flores. Estoy destinado al segundo plato de un restaurante de carretera cegado por luces de neón. Encerrado en una habitación con vistas al hormigón lo único que puedo hacer es esperar a que alguien llame. Intento salir y el cerrojo está echado, de vez en cuando entra alguien y por un momento me siento bien, pero dura poco y vuelve la miseria. Vuelvo a la desesperación de un sentimiento claustrofóbico   de estar encerrado conmigo mismo pateándome el pecho y ahí siguen las luces de neón, aunque no las vea. Me pisan las manos, me asfixian y me amordazan. Me arrancan todo lo que tengo y me siento vacío. Y ahí sigo. Sigo para ellos,  para cuando quieran volver. Tras la humillación y las rodillas en carne viva, conservo esa ilusión cuando alguien vuelve a llamar y al abrirse la puerta se deja ver el resplandor y pienso: ''Ahí están las luces de neón,  iluminando  llaman la at

Culpable

Ya va siendo hora de dejar de mirarme  de reojo en el espejo, De juzgar cada parte de mí  y sentenciarme al exilio. Ya va siendo hora de mirarme  directamente a los ojos, de digerir todo lo que he llegado a ser,  lo que seré y lo que he sido. Quiero expiar la culpa  del pensamiento fugaz que me hace creer que valgo la pena. Quiero abogar a favor de mi reflejo y verme como quiero ser Y no como quieren que me vea. Estoy harto de estar enjaulado en el miedo  de salir a la calle y no devolver las miradas. Estoy harto de creer que una risa es una burla, de hacer oídos sordos y de cargar con la culpa. Bajo el juramento asumo el riesgo Y entono este mea culpa orgulloso: ‘Si el crimen es querer quererme me quiero culpable'

Ansiedad

Aún hay situaciones que me superan. Yo, que creía tenerlo todo bajo control pero la presión siempre vuelve. Empuja desde la boca del estómago hasta hacerme vomitar las vísceras de lo que ya pasó por mis ojos. Yo, que dije que la ayuda de los demás estaba sobrevalorada y ahora, en la soledad, solo necesito a alguien que me escuche. O escuchar a alguien. Alguien que me haga olvidar y fingir carcajadas. Alguien que llegue a creer que ''de verdad, que estoy bien'' y no me juzgue. Alguien que aún estando roto no se moleste en arreglarme  y se limite a jugar con las piezas. No necesito que me reconstruyan. Lo siento, por aquellos que lo intentaron. Lo siento, por aquellos que un día llegaron a decir que su felicidad era la mía. Y lo siento, por ser, más que persona, benzodiacepinas. La armadura que visto está oxidada y se cae a pedazos, huele a cobre, sabe a sangre. Y solo yo sé lo que pasa cuando sabe a sangre. Empie